Placer en el banco – Parte 2

Placer en el trabajo

Desde aquel encuentro sexual y de placer en mi departamento, Jean Michelle no había vuelto a hablar conmigo, al parecer el banco estaba pensando absorber algunas sucursales y el trabajo se había triplicado para todos. Las pocas veces que nos topábamos en la entrada, él me miraba intensamente, luego arrastraba la vista a mi pecho como si estuviera viendo mis pezones adornados con aquellas pinzas, para finalmente retirar la mirada y sacudir ligeramente la cabeza.

Supongo que se pensaba que sería como esas chicas enamoradizas, que luego de una noche de buen sexo, iba a perseguirlo hasta el fin del mundo con los ojos hechos corazones, pero no fue así. Simplemente me dediqué a realizar mi trabajo y volver a casa a tiempo para mirar una nueva serie con la que estaba enganchada. Al cabo de dos semanas nuestra nueva costumbre de ignorarnos mutuamente se vio interrumpida por Selena, una de las mejores analistas del banco, pero que tenía un problemita para retener la lengua. Cualquier cosa que sucedía en el banco ella lo sabía y tenía la amabilidad de contárselo a todos los demás.

―Eh, María ―llamó Selena acercándose a mi puesto de trabajo― Jean Michelle lleva mirándote largo rato. Tiene pinta de que quiere liarse contigo…

―Ah, ¿no sabes? ―contesté con una expresión de sorpresa― lo que sucede es que me parezco a la madre de él, que murió hace unos meses, en paz descanse.

―Oh vaya… ―fue la respuesta de Selena antes de retirarse a contarlo a todo el mundo.

Al terminar la tarde, el banco entero pensaba que Jean Michelle estaba deprimido por su madre fallecida y todos se acercaban a consolarlo, lo que parecía enojarlo cada vez más, hasta que perdió el control y se acercó a mí.

―Necesito hablar contigo ahora mismo ―exigió Jean Michelle en voz baja mientras me tomaba del brazo.

―Siento mucho lo de tu ma… ―No pude terminar la frase porque el hombre estaba arrastrándome hasta su oficina. Al llegar me sentó en el escritorio y se dedicó a cubrir las ventanas y cerrar la puerta.

El Sexo

Antes de poder abrir la boca para exigirle una explicación, sus labios suaves y expertos comenzaron a besarme. Inmediatamente sentí electricidad donde su cuerpo y el mío se tocaban, una mano se deslizó lejos, buscando algo en la primera gaveta de su escritorio.

En el momento en que su lengua entró en mi boca sentí que algo cubría mi muñeca izquierda, luego puso el mismo material alrededor de la otra y cuando escuché el clic de un par de candados mis ojos se abrieron como platos. Me había puesto un par de esposas de diseño robusto y resistente.

Me empujó hasta quedar con la espalda contra la madera del escritorio y subió mi falda hasta arremolinarla alrededor de mis caderas. Cerré los ojos avergonzada de lo excitada que me encontraba en ese momento, sabía que él podía notar la humedad en mi ropa interior.

― ¿Quieres esto, María? ―me preguntó mientras presionaba un dedo justo sobre mi clítoris― ¿Aceptas las cosas que quiero hacerte? Piénsalo bien, porque luego no habrá vuelta atrás.

―Lo quiero ―respondí luego de un par de segundos―, lo necesito…

Luego de decir aquello, sentí que me apartaban la ropa interior a un lado, exponiéndome completamente lista para ser penetrada.

A merced de un hombre que lucía como un ángel, pero que era el mismísimo demonio.

 

Continuará…

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