Placer en el Banco – Parte 1

Placer en el Banco.  Parte 1.

Cuando era más joven me metí de lleno en la moda de los piercing. Tenía piezas de acero inoxidable en la lengua, en la boca y en el ombligo pues me parecían adornos muy sexys y llamativos. Con el tiempo fui agregando otras piezas, uno en la oreja izquierda, otro en la nariz y un par en los pezones. Con esos últimos me sucedió algo muy curioso, mis pezones insensibles y aburridos se transformaron totalmente luego de colocarme aquellas barras de metal, al menor estímulo se erizaban hasta su punto máximo y me mantenían temblorosa todo el tiempo.

Fui deshaciéndome de los demás piercings con el tiempo pero ese par se quedaron mucho más. Incluso con el paso del tiempo las actividades más comunes como cocinar en camiseta ligera, se volvían un estímulo casi insoportable, pues el calor de la cocina calentaba las barras de metal casi quemándome los pezones. Adoraba mis piercing, me hacían sentir una chica mala y un poco alocada. Cuando me acostaba con chicos, me hacían como las putas en Girona que veía en internet. Todas ellas locas por el sexo. Sin embargo estos también tuvieron que irse de paseo el día que comencé a trabajar en el banco nacional y debía pasar diariamente bajo el detector de metales. Intenté con los piercings de plástico pero me parecían horribles, así que simplemente le dije adiós a esa etapa con mucha tristeza y comencé una nueva vida.

¿porqué llegó al Banco a trabajar J. Michelle?

El tiempo pasó y cuando ya tenía 3 años trabajando en el mismo banco, llegó un nuevo empleado, un tipo francés bastante alto llamado Jean Michelle. Todas mis compañeras se morían por conseguir un poco de atención del tipo, pero a mí en cambio me parecía un tío un poco raro. Demasiado meticuloso, callado y observador, incluso me lo imaginaba como uno de esos locos que secuestran y torturan personas, así que me mantenía alejada aunque me pareciera también un poco sexy.

Un día lluvioso, luego de terminar la jornada de trabajo, me encontraba totalmente empapada y muriendo de frío en la desolada parada de autobuses, cuando Jean Michelle estacionó y bajó la ventanilla del copiloto.

― ¿Eres María, no? Venga sube, te llevo a casa ―me ofreció con una sonrisa amable y un acento francés muy marcado.

―No te preocupes, ya debe llegar el bus ―me negué, tiritando.

―Vas a pillar un resfriado, sube ya – con aquella orden subí de inmediato al coche.

Condujo con calma hasta la dirección que le di y cuando llegamos a mi casa, me sentía muy caliente y extrañamente atraída hacia él. Por eso lo invité a subir apenas estacionó el auto, él me miró tranquilo y me dijo:

―No sé si te gusten las cosas que a mí me gustan ―Yo le pedí que me las enseñara y bajé del auto. Entonces él tomó una maleta y me siguió todo el camino hasta mi apartamento, donde cerró la puerta mirándome fijamente.

Me pidió que me desnudara y así lo hice, cuando se acercó a mirar mi cuerpo más de cerca notó las pequeñas cicatrices de mis antiguos piercings y aquello pareció conmocionar lo. Cuando se repuso me ordenó que esperara de rodillas a por él. Al volver con un juguete de su maletín, sentí que mi excitación aumentaba a varios niveles. Se trataba de un par de pinzas para pezones con una mordaza

Cuando me las puso sin piedad, el dolor y placer en esas dos puntas sensibles me hicieron jadear con fuerza y supe en ese momento, que otra nueva época había comenzado en mi vida.

Resumiendo:  Si quieres PLACER,  sólo o con tu pareja, sólo necesitas algún juguetito para la pareja.

El placer lo obtenemos solos o en pareja. En casa, el la calle, en el trabajo, y en el caso de éste relato en el Banco.  BS.

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